Analizando la situación socio-espiritual del planeta
en la actualidad, no hay como negar la presencia de
la destructiva ola
de pesimismo y utilitarismo que domina a las
criaturas humanas en todas
partes.
Apoyados en el nihilismo, en los comportamientos calificados de religiosos de algunos de sus segmentos sociales, el cinismo de las personas y la decadencia de la ética nos
presentan la verdadera dimensión de la
desesperación
que avasalla las mentes y los corazones atormentados.
En consecuencia, la violencia y los desatinos, la
drogadicción
y el erotismo,
substituyen a las aspiraciones de ennoblecimiento
de los seres, como mecanismos de evasión para llenar el vacío existencial y el desencanto que se posesionaron del siglo XXI, que se diseñaba con
perspectivas esclarecedoras, libertadoras, ricas
de anhelos de felicidad y de belleza.
La amargura se apodera de los individuos que se sienten considerados como objetos materiales, mientras el resentimiento arma a las multitudes desvariadas,
que se levantan contra los
abusos de poder, las
injusticias sociales, las inmoralidades de los políticos,
la deshonestidad de los legisladores, que
perdieron el respeto moral, la libertad y el deber
de vivir aunque sea con un mínimo de moralidad...
Se puede afirmar que la aparente calma que aún se mantiene en
algunas naciones no esconde los depósitos de explosivos prestos a deflagrar,
el estallido anunciador de las tragedias que
produce.
Se extiende la desesperanza y aumenta la incertidumbre,
se debaten los seres humanos entre la incredulidad
y la necesidad de pan y paz...
Nunca como ahora necesita el hombre de un faro
que le guíe...es El Evangelio de Jesús, para los urgentes cambios
y transformaciones que necesita el
mundo, y que deben empezar en nosotros mismos…
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