14 de noviembre de 2011

Medidas para enfrentar la obesidad


Mucha gente anda en busca de una dieta mágica para perder peso, pero la realidad es que la solución al problema de la obesidad no es una "dieta", sino aprender a comer de manera saludable.

El control de peso, al igual que una buena nutri­ción, debería convertirse en una responsabilidad diaria por el resto de su vida.

Existen muchas dietas a base de proteínas (hue­vos, carne, jamón, etc.) con muy pocos carbohidra­tos. Estas dietas presen­tan grandes riesgos para la salud.
Aún en personas nor­males, la restricción de los carbohidratos produce un trastorno de la tolerancia de la glucosa, que es la habilidad del cuerpo para mantener la glu­cosa dentro de los límites normales…

Este fenómeno es llamado diabetes ali­mentaria y es el resultado de una disminución de un 40 a un 50 por ciento de la insulina, que es la hormona que regula el azú­car en la sangre.

Una elevada ingestión proteínas, especialmente de alimentos con alto contenido de fós­foro, como la carne y los huevos, aumenta la pérdi­da de calcio a través de la orina. Además, el exceso de nitrógeno y sulfuro en la sangre que resulta de una dieta alta en proteínas, crea una condición acida que prácticamente "barre" el calcio de los huesos.

El resultado será una deficiencia de calcio aun­que usted tome suplemen­tos de este mineral.

A pesar de los perjuicios de estas dietas con ellas se pierde peso rápi­damente, pero inicialmente la pérdida de peso resulta de la pérdida de agua, no de grasa.

Las proteínas usan siete veces más agua para su metabolismo que los carbohidratos. La pérdida de peso es simplemente deshidratación.

Estas dietas pueden ser fatales para muchas personas, como el caso de la autopsia de una mu­jer que murió a consecuencia de una de estas dietas, la cual demostró degeneración del corazón, del hígado y de otros teji­dos (New England Journal of Medicine, 1978).
NO HAY QUE PASAR HAMBRE
Existe en nosotros un mecanismo de control que es la saciedad; pero este mecanismo funciona úni­camente cuando comemos los alimentos en su forma natural, no desnaturaliza­dos.

Si usted come los alimentos en su forma in­tegral, puede ingerir la cantidad que quiera sin tener que preocuparse por las calorías ingeridas.

Por mucho tiempo se ha culpado a los carbohi­dratos de causar obesidad.

Esto no es cierto, Lo que sí contribuye definitiva­mente a la obesidad son los carbohidratos refina­dos, pero no los carbohi­dratos integrales.

Por ejemplo, en Ja­pón, donde la obesidad es rara, su dieta consiste principalmente en arroz, vegetales y pescados. No sólo se mantienen delga­dos, sino también saluda­bles.

De hecho, las perso­nas que tienen una vida más larga, los Hunzas de Pakistán y los Georgianos, en Rusia, tienen una dieta a base principalmente de carbohidratos integrales, consumiendo sólo un ter­cio de la grasa y la mitad de las proteínas que se consumen en occidente.

El doctor Vaughn Bryant, jefe del departa­mento de Antropología de la Universidad de Texas, después de investigar la dieta del hombre primitivo, adoptó el mismo régimen alimentario basado en gra­nos integrales, frutas, pa­pas, arroz y pescado. Per­dió 30 libras y notó un au­mento en su energía y bienestar.

Los carbohidratos in­tegrales proporcionan gran cantidad de fibras o resi­duos que le dan al estó­mago sensación de plenitud. En cambio, los car­bohidratos refinados como el pan blanco, pastas y azúcar carecen de fibras y dislocan los mecanismos normales de control.

Las grasas proporcio­nan mucho más calorías que los carbohidratos. Por ejemplo, una papa grande tiene 145 calorías, mien­tras que la misma papa con una cucharada de mantequilla tiene 242 calo­rías. Una libra de manza­nas tiene 263 calorías, mientras que una libra de queso tiene 1610 calorías.

Una dieta a base de carbohidratos integrales no sólo ayuda a perder peso, sino que ofrece nu­merosos beneficios. Redu­ce los niveles de coleste-rol, elimina el estreñimien­to, mejora la diabetes y protege contra el cáncer del colon.

Aún una moderada cantidad de ejercicios puede ayudarles a aumen­tar su metabolismo y a reducir su ansiedad por los alimentos. El solo hecho de caminar le puede ayu­dar a perder peso.

Esto fue demostrado por un grupo de mujeres obesas en California quie­nes perdieron un promedio de 22 libras al agregar una caminata a su rutina dia­ria. Estas 11 mujeres habían empleado múltiples dietas pero habían vuelto a aumentar nuevamente de peso. En esta ocasión no se les puso ninguna res­tricción dietética, sólo una caminata diaria.

No comenzaron a per­der peso hasta que la ca­minata pasó de 30 minutos diarios. La importancia del caminar quedó mejor de­mostrada por dos de las mujeres que comenzaron a aumentar nuevamente de peso a causa de que se enfermaron y suspendieron los ejercicios, pero luego que volvieron a caminar su peso volvió nuevamente a disminuir (Archives of In ternal Medicine, 1975).

He aquí un ejemplo de menú que le proporcio­na todos los nutrientes necesarios, sin aportarle calorías excesivas:

En el desayuno: una fruta y una taza de cereal, sea avena, trigo o harina de maíz integral

En la comida: arroz, habichuela y vegetales (tres días a la semana), y víveres, queso sin grasa y vegetales (cuatro días a la semana).

En la cena: una sopa de vegetales sin pastas ni grasas.

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